
Nunca se termina de conocer a Santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia, mujer que se adelantó a su tiempo y que, por ello, casi es excomulgada. Para conocer un poco mejor a la santa, las hermanas de Castilla se reunieron en Ávila este mes de abril.
La carmelita seglar y profesora universitaria, Myrna Torbay Khoury, condujo la charla ‘Teresa, plenamente mujer y mujer en plenitud’, para revelar el verdadero rostro de una mujer que, no nos olvidemos, fue monja de clausura en el siglo XVI.
Teresa de Jesús es considerada como una de las primeras en luchar por el rescate de la dignidad y los derechos de las mujeres no sólo a nivel eclesial sino también a nivel social. Todas las publicaciones sobre ella exaltan atributos de la santa que en aquella época eran prácticamente exclusivos de los hombres. De hecho, Fr. Juan Salinas escribió al P. Bañez: “Decíades que era mujer; a la fe no es sino hombre varón y de los muy barbados”, refiriéndose a la extraordinaria capacidad de Teresa de Jesús en el discurso místico-teológico, a pesar de no haber estudiado teología formalmente, pues su sabiduría y profundidad teológica eran fruto de un don y de la gracia divina.
PLENAMENTE MUJER

Teresa vivía anclada a su afectividad. Hundida en el caos de sus afectos desbocados, atormentada por sus pecados y por el Dios castigador que había que aplacar con el negocio de las indulgencias. Por la gracia del Espíritu Santo se descubre profundamente amada por Dios, un Dios que no le pide nada a cambio y se reconoce a imagen y semejanza de Dios en Jesucristo, un hombre real, histórico, que pasó la vida amando sin condiciones y haciendo el bien.
Progresivamente, se da cuenta que Dios la ha creado en igualdad de condiciones que los hombres, capaces de entrar en relación con Él, dignas, dotadas de una serie de virtudes, de inteligencia y de voluntad, autónomas, responsables, capaces de autogobernarse; pero también se descubre con una capacidad y una misión específica.
Así pues, Teresa es plenamente mujer, porque se reconoce en igualdad de condiciones que los hombres, no se acobarda frente a ellos y lucha para que se las reconozca por igual. Y es mujer en plenitud, porque asume lo específico de su ser de mujer, su vocación originaria que es ser esposa y madre: engendrar vida, cuidar la vida, nutrir, educar, acompañar, sacar de cada uno lo mejor de sí. No sacrifica lo esencial de su ser por la igualdad de condiciones y derechos que los hombres, no se masculiniza, sino que asume su tarea fundamental como mujer.
En la raíz de su propuesta siempre hubo un nosotros fundante: Hombres y mujeres nos ha creado Dios para multiplicarnos y ser fecundos, para que unidos en un solo espíritu y en el Cuerpo de Cristo engendremos nuevas vidas para el Reino de Dios.