¿QUIÉNES SOMOS?
EL ORDO VIRGINUM
En España somos más de 250 y en el mundo en torno a 5000. De todas las edades y con un único objetivo: ‘Servir a Cristo en medio del mundo’. No siempre es fácil en una sociedad secularizada y descristianizada como en la que vivimos; pero nuestra vocación está en el mundo, desarrollando nuestras profesiones y esa cercanía nos facilita la comprensión de nuestros hermanos y hermanas.
A pesar de vivir de nuestros trabajos entre la sociedad civil como consagradas, nuestro corazón pertenece enteramente a Dios. Por eso, es muy importante para nosotras la oración y la eucaristía diarias, que nos mantienen unidas al esposo; además de compartir tiempo y formación juntas, tanto en los distintos encuentros diocesanos durante el año, como en las distintas jornadas de teología, los congresos de la CEE y el Encuentro Nacional del Ordo Virginum, que cada año celebramos en un lugar distinto de España,
El XXXIII Encuentro del Ordo Virginum de España tendrá lugar en Jerez de la Frontera, Cádiz, del 18 al 22 de agosto de 2025.
LAS PRIMERAS MUJERES EN LA IGLESIA
No somos tan conocidas como otras Instituciones de la Vida Consagrada, sin embargo, las vírgenes consagradas fueron las primeras mujeres en la historia de la Iglesia que se entregaron al servicio de Jesús y de su Iglesia. Con el paso de los siglos, fueron desapareciendo o, mejor dicho, integrándose en la vida monástica.
La figura de la virgen consagrada cayó en el olvido definitivamente en la Edad Media, pero el Concilio Vaticano II la recuperó, “por obra y gracia del Espíritu Santo”. Ahí, se halla el comienzo de la restauración del rito de consagración del OV, concretamente, en la constitución sobre la sagrada liturgia, del 4 de diciembre de 1963. El rito se promulgó el 31 de mayo de 1970 y entró en vigor el 6 de enero de 1971 (ver ESI, nº 6).
Es por ello que, a partir de 1970, el Ordo Virginum volvió a tener un papel dentro de la iglesia católica y su figura fue consolidada definitivamente en 2018 con la Instrucción ‘Eclesiae Sponsae Imago’ (imagen de la Iglesia esposa). En la actualidad, el número de vocaciones crece cada año.
Es curioso y lo señalamos, que ya el papa Pío XII en la constitución apostólica Sponsa Christi, fechada el 21 de noviembre de 1950, habla de las primeras vírgenes cristianas. ¿Por qué? Porque al amanecer del siglo XX, cardenales, obispos y mujeres seglares solicitaron ya a la Congregación para los Religiosos la recuperación del OV. Pero no era el momento y hubo que esperar al Concilio Vaticano II.
NO VIVIMOS EN COMUNIDAD
Nuestra particularidad es que vivimos en nuestras casas y de nuestros propios trabajos. No tenemos Constituciones o Estatutos propios, ni una superiora, sino que nuestra figura referente es el obispo de nuestra diócesis y dedicamos una parte de nuestro tiempo a algún servicio en la iglesia diocesana (educativo, social, catequético, litúrgico, etc.).
La mujer consagrada en el Ordo ha de ser espejo y reflejo de la Iglesia, esposa espiritual de Cristo y profecía viva que anticipa con su consagración la realidad de la vida futura del Reino de Dios. Por ello, como servidoras de la Iglesia diocesana, debemos dar testimonio de su ministerio “humilde”, mediante la “oración” y, en estrecha unión con nuestro pastor. Se trata de testimoniar este servicio gratuito a la Iglesia, inmersas en nuestras ocupaciones en medio de la sociedad, como pequeña porción de levadura, sal y luz en el corazón del mundo.
La inserción de la virgen consagrada en el mundo se expresa en el servicio a la Iglesia y en la promoción de los valores del Reino, allí donde nos desenvolvemos con nuestro trabajo ordinario de cada día.