Este mes de mayo de 2025, el Ordo Virginum de Cataluña conmemora con alegría y gratitud el vigésimo quinto aniversario de la primera consagración en la comunidad, una fecha significativa que, como recuerdan, “marcó el inicio de una nueva etapa en la vida consagrada de nuestras diócesis”. Para celebrarlo, comparten el valioso testimonio de una de las protagonistas de aquella primera consagración, Margarita Fiat, quien recuerda con emoción y sencillez los inicios de este camino al servicio del Señor:

RECUERDOS DE UNA NUEVA ANDADURA

“Sin saberlo ni esperarlo, formé parte de esta maravillosa andadura, de la cual me siento orgullosa y feliz de continuar en ella. Algunos retazos en mi mente recuerdan cómo se gestaron estos primeros pasos de nuestra historia y para poner en valor cómo unos sencillos acontecimientos pueden marcar un antes y un después en nuestras vidas.

Por el año 1995, cayó en mis manos un sencillo tríptico en blanco y negro titulado “El Orden de Vírgenes”, en el que se explicaba este estilo de vida consagrada, sus orígenes y su renovación en la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II.

Esta información la guardé en mi memoria y en mi corazón. Dos años después, cuando por circunstancias personales fui a vivir al Santuari de la Font Santa, en el Castell de Subirats (perteneciente en aquellos años a l’Ordal), y teniendo en cuenta que Barcelona no estaba dividida en tres diócesis, solicité (al que en ese momento era el Delegado de Vida Consagrada, Mossèn Josep Arenas) recibir la consagración en el Ordo Virginum.

Como recién llegada a la diócesis de Barcelona, y porque nadie antes había sido consagrada allí, el asunto quedó aparcado. Aunque ya entonces, él me habló de una mujer que llevaba nueve años solicitando esta consagración. Esta mujer era Carmen Berenguer.

Cada vez que visitaba a Mossèn Arenas, le reiteraba mi petición, a pesar de que él, conociendo la complejidad del asunto (porque su reciente reinstauración), me invitaba a elegir otro estilo de vida religiosa y se ofrecía a ayudarme en todo. Pero mi respuesta siempre era la misma: “el Señor me pide seguirle como consagrada en el Ordo Virginum” (y de ahí no me sacaba).

Así pasaron tres años. En mis frecuentes visitas a la Vicaría, siempre hacía la misma petición y siempre recibía la misma respuesta: “Es que aquí no se ha hecho nunca…”

A finales de 1999, cuando de nuevo fui a la Vicaría, Mossèn Arenas, al abrir la puerta y darnos los buenos días, antes de hablar nada más me dijo:

– “Sí”.

– Le pregunté: “¿Sí, qué?”

– Y me contestó: “He hablado con el Sr. Cardenal y, después de valorar tu situación y de conocerte durante estos tres años, ha dicho que Sí a tu consagración”.

Delante de mí, llamó a Carmen Berenguer y a Amparo Boix (que en paz descanse). Ellas no sabían de mi existencia, pero les preguntó si seguían queriendo recibir la consagración. Carmen Berenguer, después de un grito de alegría, no dudó ni un segundo en decir que sí. A Amparo Boix la sorpresa fue tan inesperada que prefirió esperar y fue consagrada dos años después, junto con Luisa Antonia Rodríguez y Carmen Alcalá.

Así que comenzaron los preparativos para nuestra consagración en el Ordo Virginum. Se señaló la fecha para el 6 de mayo del 2000 y el lugar: Bellesguard, el convento de las Jerónimas. Coincidió que el Sr. Cardenal estaba en esos días delicado de salud y delegó en el entonces Obispo Auxiliar Soler Perdigó.

Y esta es la historia de los primeros comienzos del Ordo Virginum en Cataluña. Los años siguientes los han creado nuestras hermanas con su vocación, fidelidad y entrega absoluta al Amado.

Yo solo tengo palabras de gratitud a quienes me acogieron en aquella diócesis durante unos años y abrieron este camino. Que nuestra perseverancia dé abundantes frutos de nuevas vocaciones”.

Que esta conmemoración fortalezca nuestra esperanza y nuestro compromiso de seguir haciendo presente el amor esponsal de Cristo en medio del mundo.