El Ordo Virginum de España estuvo representado en Roma del 7 al 12 de octubre, durante la celebración del Jubileo de la Vida Consagrada. Más de una treintena de vírgenes consagradas españolas acudieron a la ciudad santa, junto a otras 400 procedentes de 54 países. Todas ellas, compartieron días y experiencias junto al resto de la Vida Consagrada. En total, más de 16.000 personas consagradas y consagrados de más de 100 países, incluyendo religiosos y religiosas, monjes y monjas contemplativas, Ordo Virginum e institutos seculares.

Una experiencia que, según relatan nuestras hermanas asistentes, estuvo: “Llena de gracia, en un ambiente de fraternidad y festivo, con traducción simultánea de todos los contenidos, que nos permitieron conocer la realidad de nuestro orden, así como la fecundidad de nuestra entrega al Señor siendo luz del mundo”.

«SEAN PORTADORES DE CONCORDIA CON LA PALABRA Y EL EJEMPLO»

El Papa León XIV recibió en audiencia en el Vaticano a los participantes en el Jubileo de la Vida Consagrada, entre ellas a nuestras hermanas consagradas, y les instó a ser “constructores de puentes y difusores de una cultura del encuentro”. El Pontífice señaló la importancia de estar “arraigados en Cristo” y les invitó a «volver al corazón, a cuidar la interioridad y a cultivar la sinodalidad».

El obispo de Roma les recordó la “profunda necesidad de esperanza y paz que habita en el corazón de cada hombre y mujer de nuestro tiempo”, por ello, señaló la tarea de las consagradas y consagrados, que “quieren ser portadores y testigos de ello con su vida, como divulgadores de la concordia a través de la palabra y el ejemplo, y antes aún como personas que llevan en sí mismas, por la gracia de Dios, la huella de la reconciliación y la unidad».

Porque sólo así «podrán ser, en los diversos ambientes en los que viven y trabajan, constructores de puentes y difusores de una cultura del encuentro en el diálogo, en el conocimiento recíproco, en el respeto por las diferencias, con esa fe que les hace reconocer en cada ser humano un único rostro sagrado y maravilloso: el de Cristo».